16 noviembre 2007

Relato de un viaje a Vietnam

Empiezo a publicar por fin el relato del viaje a Vietnam. El pasado año competía con Tailandia como destino vacacional, pero en aquella ocasión nos decantamos por este último. Vietnam continuaba en mi lista de viajes interesantes y deseados, y por lo tanto un país digno de ser visitado, eso sí, me había creado grandes expectativas en cuanto al encanto de una ciudad como Hanoi, la magia de la Bahía de Ha Long, la inmensidad de las montañas de Sapa, la suculenta gastronomía y las maravillosas compras, particularmente en Hoi An.

Si bien es cierto que el país tiene parajes absolutamente maravillosos y ciudades con verdadero encanto, creo que el sabor de boca final se ha visto “amargamenteafectado por las lluvias incesantes que nos han acompañado prácticamente todo el viaje. No obstante, me ha gustado un montón y os lo recomiendo, a pesar de que sus habitantes esconden tras su sonrisa muy mala leche. El recorrido que teníamos previsto en esas dos semanas era Hanoi - Sapa - Hanoi - Bahía de Ha Long - Hanoi - Hue - Hoi An - Nha Trang - Ho Chi Minh, pero se vio modificado...



Comenzaré con un pequeño párrafo sobre el pre-Vietnam. París pasó sin pena ni gloria, sin desmerecer la ciudad, pero es que sólo hubo tiempo para una cena rápida. Sin embargo, me resultó impresionante Kuala Lumpur desde el aire y precioso su aeropuerto, con un montón de servicios para ocio y descanso entre vuelo y vuelo, aunque con masajes a precios europeos, así es que decidí empezar a controlar los gastos y entre paseo, tiendas y lectura en unos sillones muy cómodos con reposapiés y todo, pues se pasaron rápido las 4 horas y pico hasta coger el vuelo a Hanoi.


El avión de la compañía Malasia Airlaines era genial, con pantallas individuales y mogollón de películas, CD’s, la información del vuelo al minuto, donde nos encontramos, trayectoria y todo eso que a mí al menos me encanta, servicio de envío de SMS a través de Vodafone y hasta te brindaban la posibilidad de hacer cursos de idiomas (incluido el vietnamita). La comida estupenda y, por poner una pega, las mantitas de verano y feas de la leche; pero lo más asombroso fue escuchar por los altavoces mi nombre y apellidos, perfectamente pronunciados, minutos después de salir del avión… La pelos, que impresión!!!


Me presenté en el punto de información y…, ainsss, que me había dejado la cámara de fotos. Snif, snif, mi bien más preciado. ¿Cómo pude abandonarla? Ojalá ese hubiera sido mi único despiste, ejem, porque en este viaje he estado particularmente distraída, desordenada y con un nivel de organización a la altura de la suela de las botas. Nada que ver con mi manera de ser, cosa que me preocupaba un poquito aunque tampoco hacía mucho por aplicarme y evitarlo, y la verdad, nunca me quitó el sueño. Supongo que está bien desconectar de vez en cuando en lo que respecta a nuestra forma de ser.


Ya había contado un poco mis primeras impresiones en Vietnam, pero retrocedo al momento del cambio de dinero en el banco del aeropuerto. Aquí sufrimos nuestro primer timo (brruggh, no sé si voy a tener tiempo de detallar todos los que hemos sufrido), porque contamos los billetes y faltaban algunos, así que se lo comentamos a la cajera y con toda su cara nos dijo que no tenía más de esos… Upps, un momento, que me voy a pellizcar, ¿Pero, esto no es un banco? Luego aparecieron, aunque no todos. Estábamos indignadas, pero claro, entre cabrearnos y matar a la lugareña o perder un poquito de dinero, optamos por lo segundo. Por cierto, tantas horas dedicadas al inglés, para llegar a Vietnam y no entender "ni papa".


Ante los comentarios en los foros de viajes sobre los tropecientos taxistas que te acosaban en el aeropuerto tratando de llevarte a un hotel y cobrar la comisión, decidimos contratarlo a través de la Guest House que habíamos reservado por Internet. El acuerdo era el taxi desde el aeropuerto, dos duchas, los billetes de tren Hanoi-Lao Cai-Hanoi para esa misma noche, dejar parte del equipaje allí, y una habitación por dos noches al regresar de Sapa. El chico que nos fue a esperar nos puso todo orgulloso el karaoke del coche en ON y la verdad es que aunque no cantamos los vídeos sonaban bien, incluso en vietnamita. Comentar, que apenas había taxistas dando la lata y que decidimos “cancelar” la ducha cuando vimos el estado del minibaño de la recepción… Así es que, nos lanzamos a descubrir Hanoi.


Hanoi me pareció una ciudad con mucho encanto, a pesar de la invasión de las motos y el ruido ensordecedor que ello provoca. Alguien podría pensar, pues en Barcelona también va mucha gente en moto. Efectivamente, pero nada que ver. En Vietnam las motos tienen silenciador, a juzgar por el pi-pi-piiiii casi permanente, tanto, que yo creo que viene de serie y tocan un botón para hacerlo callar muy de vez en cuando. No me extraña que los vietnamitas griten tanto, es obvio que se habrán quedado sordos. Parecen ametralladoras y una se pregunta, pero ¿la guerra no había terminado ya? La segunda diferencia es que en Vietnam las motos tienen hasta 4 plazas así como un “amplio” maletero, y no os imagináis la de cosas que caben en él. En la ciudad es tronchante, pero lo que se ve en las autopistas del país es para morirse de risa…, pero bueno esto es anticiparme… Podría añadir incluso una tercera diferencia: repelen los turistas.

No hay muchos semáforos por allí, total para que gastar en ellos para el caso que les hacen… Aprendimos rápido a cruzar la calle, cosa que viene muy bien para controlar la ansiedad y es que, por muchas ganas que tengas de llegar al otro lado de la calzada, corriendo es un error, que lo sepáis. Lo ideal es hacer pandilla con los lugareños que van andando (si es que encuentras alguno, claro!!), y en caso contrario, pues te lanzas al mogollón y vas andando lentameeeente, dejando a los sujetos que van motorizados “la responsabilidad “ de esquivarte. Y así es como sobrevivimos esas primeras horas, sintiéndonos un poco como las protagonistas de un videojuego.

Nos acercamos hasta el lago Hoan Kiem, ese que la guía aconsejaba rodear para así conocer mejor la ciudad y poder orientarse sin problemas. Tengo que decir que eso no es cierto, a lo mejor porque no lo rodeé del todo. El lago y su entorno de día es bonito, pero de noche lo es infinitamente más; precioso, muy bien iluminado y con mucho encanto, tan romántico...


Después de un paseíto por algunas calles del casco antiguo llegamos a un centro de masajes con muy buena pinta, donde pagamos 6$ por un masaje relajante de cuerpo de una hora, no sin antes preguntar si nos podíamos duchar. Un gustazo, que limpito todo... Tan relajante que hasta resultaba agradable pasear, si no fuese porque debías compartir espacio con las motos ya que las minúsculas aceras sirven además de parking; pero es que además, los pocos huecos libres que podrían ser transitables los suelen ocupar los comerciantes y los múltiples chiringuitos de comida con pequeñísimas sillas y mesas. Que poco duró la sensación de relajación, pero al menos se presentaba mucho más agradable el viaje de toda la noche en tren…


Unas pruebas fehacientes (sin sonido!) de todo lo dicho...





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