25 septiembre 2007

Sabor agridulce

Hace un año estaba entusiasmada con la investigación sobre Tailandia y la organización de lo que prometía ser una gran aventura. Me empapé dos guías y visité algunos foros, tratando de sacar las mejores conclusiones para fijar un itinerario a seguir en nuestro viaje y reservando algún alojamiento por Internet. Y es que a mí me gusta saber lo que me puedo encontrar y en la medida de lo posible, elegir. Os puedo asegurar que me lo curro.

Durante las últimas semanas he seguido el mismo planteamiento para el viaje a Vietnam; pero por alguna extraña razón, los astros no están en buena sintonía o el destino ha decidido seguir castigándome, lo cierto es que no está resultando nada fácil. Además, se me está cayendo el mito de la simpatía asiática, de ahí lo de sabor agridulce… De entrada, contactar y reservar directamente con una guest house es una tarea más que ardua; con las agencias es un poco más fácil, pero los precios de los tours que aparecen en sus webs son bastante caros.

El hecho de haber contactado con una vietnamita, que escribía en un estupendo castellano y trabajaba en una agencia de viajes, me tranquilizó bastante y decidimos reservar con ella unos billetes de tren a Lao Cai cuyo pago se realizaría en metálico al llegar a Hanoi. Me confirmó las plazas y precio por mail y hasta ahí, todo genial; pero, cuando me envió el formulario para cumplimentar y devolver escaneado, con el fin de mantener la plaza reservada, la previamente confirmada, vaya… y le respondí que queríamos cancelar el tema, me ha escrito esta mañana con unos humos… Todo, porque no me parece de recibo tener que darle a una agencia que no conozco de nada, bueno ni aún conociendo, todos los datos de mi tarjeta de crédito. Y cuando digo todos, me refiero también al código de seguridad, porque incluso debía de enviarle fotocopia por ambos lados.

Y para colmo se ofende porque he desconfiado de ella. Pues lo mismo que ella de mí, digo yo. Ver para creer. Sólo espero que este sabor agridulce se transforme pronto en dulce…

19 septiembre 2007

Estambul, ciudad de contrastes

Pezado de madrugón de los que no interesan recordar, porque el recorrido desde Esmirna hasta Estambul fue de órdago y eso que ambas ciudades están conectadas por autopista, que no tiene mucho que ver con las de España… Aquí nos cruzamos con cuatro en un tractor, vale que dos era niños, pero... Eso sí, el paisaje se empezaba a apreciar más mediterráneo en esa zona, y al menos el trayecto fue más agradable.

Hicimos una breve parada en la ciudad de Bursa, con visita de la Mezquita y el Mausoleo Verde y la Gran Mezquita Otomana. Estoy segura que en la zona mediterránea hay lugares que merece la pena visitar, pero con esta visita a lo japonés mi opinión no va a ser objetiva así es que me la reservo.

Ainnnsss, llegaba el momento de subir al ferry… Atónita me quedé cuando a través de la ventana del autobús vi que se incorporaba en “la cola de al lado” un tipo en un tractor rojo… Pues sí, en Madrid potenciando la bicicleta y allí lo que se lleva es el tractor. A lo mejor fue heredado o están a mejor precio en esa zona, me hubiera encantado preguntarle al conductor o al menos verle salir… ¿y aparcar!? o tal vez ¿Conducir por Estambul!?

El trayecto fue de aproximadamente una hora, muy agradable, con las gaviotas aleteando y una magnífica puesta de sol. No obstante, la llegada a Estambul a través del mar de Mármara me decepcionó porque me imaginaba que la entrada sería espectacular, y como era ya de noche y había niebla, no lució tanto.

Fue un acierto escoger un hotel mono y tan bien situado. Eso nos haría ganar tiempo a la mañana siguiente ya que “aparentemente” se podía ir andando a los lugares más emblemáticos. Al sitio era le faltaba altura (como a mí, jeje), con una vistas muy chulas de la mezquita de Solimán y del puente de Gálata; pero lo malo es que en la panorámica tomada desde el restaurante, que estaba en la azotea, también salían las tropecientas parabólicas del vecindario…

Estambul, con unos veinte millones de habitantes, es actualmente la ciudad más grande de Turquía y también destaca como potencial centro cultural, industrial y turístico. Se necesita tiempo para descubrir esta gran urbe a orillas del Bósforo y disfrutar de su diversidad cultural, y ni que decir tiene que en dos días fue imposible ver todo. No habrá muchas ciudades en que ofrezcan tantas cosas después de ver lo imprescindible que sería Santa Sofía, la Gran Mezquita Azul, la Mezquita de Solimán el Magnífico, el Palacio de Topkapi, el Gran Bazar y el de las Especies.

Empezamos la soleada jornada visitando el sitio que más pronto abría sus puertas: la Mezquita Azul, la más grande de la ciudad, que no tiene nada de azul por fuera pero su interior está magníficamente decorado por un océano de azulejos de ese color combinados con otros blancos, dicen que 20.000 azules nada menos. Me encantó, todo su interior es precioso y la alfombra muy cómoda y limpia. Allí nos encontramos a una familia con su niño vestido con una especie de uniforme con una capa y sombrero, que el pobre parecía que iba a un baile de disfraces... aunque él debía verse muy guapo porque sonreía mucho mientras le hacíamos fotos. Claro, que lo mismo podían pensar ellos al vernos con calcetines, pañuelo por la cabeza, pareo a modo de falda larga… Por lo que he investigado, parece que celebraban la fiesta de la Circuncisión.

Atravesando una concurrida plaza y una zona ajardinada llegamos a Santa Sofía, considerada como la obra más grande y sagrada de la época bizantina. El edificio está bastante deteriorado, aunque desde luego es impresionante su cúpula y esa sensación de amplitud que provoca.

Próxima a ambas está la Cisterna de Yebaratan, cuya función era abastecer al palacio y el resto de los edificios situados alrededor con el agua almacenada que procedía de los bosques de Belgrado y era transportada a través de acueductos.

Después de bajar un pequeño tramo de escaleras, nos encontramos con un espacio con muchas columnas (336 de 8 metros de altura), dispuestas en filas y que soportan un techo que forman varias cúpulas. Lo mejor es el ambiente, yo diría que entre romántico y misterioso, con la atmósfera tan húmeda, esa la luz tenue y la música de ópera que se escucha de fondo. A mí me encantó, aunque la foto no hace justicia al entorno.

Supongo que para integrarse en el país es imprescindible ir de compras al Gran Bazar.

Fundado en el siglo XV, fue el primer edificio construido en el mundo con ese espíritu únicamente comercial y funciona siempre con el código del regateo de manera que es lo que los comerciantes esperan del público.

Un lugar ideal para practicar la técnica y para perderse, cielos, que laberinto de calles… Como una ciudad, con más 4.000 tiendas distribuidas en más de 1.300 m2, con sus restaurantes, cafés y oficinas de cambio… Las tiendas más caras y las finas joyerías parece que se agrupan en el centro del edificio, en un precioso vestíbulo abovedado. El edificio merece la pena verlo, pero salimos un poco aturdidas de allí y bastante escaldadas…

Eso de que los turcos son gente muy cordial y hospitalaria, es bastante cierto aunque también hemos encontrado las excepciones que confirman la regla. En concreto, la encontramos en el Gran Bazar, aunque también conocimos a azafatas y algunos recepcionistas de hoteles en Capadocia que no desbordaban precisamente cordialidad.

Callejeamos camino del hotel y encontramos la continuación del bazar que parecía no tener fin… La calle estaba llenísima, con tramos por los que no se podía ni andar, y vendían de todo, ropa, vestidos de fiesta, complementos para bailar danza del vientre, menaje para la cocina, y hasta trajes de “príncipe” como el del niño, bueno y de “princesa” fabricados con tul. Tremendos.

Comimos en un baretillo con terracita cerca del hotel, el mismo sitio donde habíamos cenado la noche antes. Nos dio buen rollo y había una española que parecería vivir allí, y nos recomendó alguno de los platos del menú; además, nos invitaban al té de manzana.

Una vez cargadas fuerzas fuimos al Bazar de las Especies o Bazar Egipcio, a poner a prueba nuestro olfato. Aunque por su nombre pareciera que aquí solo pudiera comprar especies, no es así, ya que venden frutas y hortalizas, quesos, productos delicatesen, dulces turcos, perfumes y hasta productos viagra.


Compré algunas cositas y la verdad es que era bastante agradable pasear entre aromas, perfumes y comerciantes menos insistentes.


Caminando, llegamos al muelle de Eminönü y el ambiente era fabuloso. En el Puente de Gálata, multitud de siluetas de pescadores se perfilaban ante nuestros ojos, algunos con hasta 4 cañas. Supongo que la probabilidad de que piquen todos a la vez es ínfima, pero madre mía que estrés sólo de pensarlo. Barcos amarrados donde vendían y cocinaban el pescado en sus parrillas, y lo que se intuía como un buen ambiente bajo el puente.

Que Estambul es un paraíso para los que somos aficionados a la fotografía es innegable y cualquiera que me conozca sabrá que yo me puse las botas, aunque tengo que decir que me faltó mucho tiempo y si soy objetiva, no son mis mejores fotos. En cualquier esquina hay multitud de monumentos, personas, rincones ocultos, bazares multicolores, escenas curiosas… Sirva de ejemplo el vendedor de tiritas que estaba en una calle con un pedazo de caja digna de una guardería.

Sin embargo, existe un lugar especialmente recomendado por las guías desde donde se puede captar una de las más bonitas puestas de sol. Y allí fuimos, a la Torre Gálata.

Callejeando hasta llegar a la torre, entramos en una tienda con ropa y bisutería preciosa y muy original, y que tenía hasta barra de bar y un par de mesas. Una monada, a pesar de que estaba un poco patas arriba, porque la dueña era judía y celebraban una fiesta. Nos invitó a unos higos de su huerto y también a la fiesta que tenía lugar al día siguiente, ni cuerpo ni tiempo para fiestas... Otro comercio curioso que vimos fue una cristalería, o una tapadera de algo, porque había todos estos cristales amontonados y un cartelillo sobre la mesa con el número de teléfono de Ari. Si es que el que no es empresario es porque no quiere...

Desde la Torre de Gálata las vistas de la ciudad son una maravilla y las de las azoteas próximas muy graciosas como podéis ver en la foto. No me digáis que esa bañera no es un punto...

Personalmente, me sirvió para “razonar” la ciudad, sin necesidad de tener que pensar donde está el norte. Por fin parece que he encontrado la solución a mi problema de la orientación. Desde la terraza que bordea la torre se distinguía perfectamente la mezquita Azul, Santa Sofía, el palacio Topkapi, la parte asiática, el cuerno de Oro y el Bósforo, y parecía que la ciudad no terminaba nunca... Quedaba una hora para el atardecer así que nos quedamos allí, y aunque estaba a rebosar de gente mereció la pena porque fue precioso. La ciudad iluminada es también una maravilla.

Al regresar cruzando de nuevo el puente, el olor de las parrillas de los barcos amarrados nos reclamaba, y aunque era lo que nos apetecía, por circunstancias que no vienen al caso terminamos cenando en otro lugar próximo al hotel. No nos daba tiempo a ir al baño turco, así que le pedimos al recepcionista que llamara y nos reservara hora para el día siguiente con una masajista ya que en un baño mixto que nos había recomendado el guía. Una cosa es un masaje y otra que me enjabone un maromo que ni he visto en mi vida, ni veré.

Continuará…


15 septiembre 2007

Camino de Pamukkale

Atravesando la estepa de Anatolia, llegamos a Konya una ciudad que no tiene mucho de interesante desde mi punto de vista, es más, confieso que lo que más me gustó fue la salida…

Me resultaba muy gracioso contemplar el desfile de tropas de edificios de nueva construcción, con coloridas fachadas y elegantemente ataviados con infinidad de sombreros blancos… Esta multitud de antenas parabólicas, que me recordaba a la salida de Marrakech hacia Essaouira, compartía las azoteas con los depósitos de gas pintados en vistosos colores. El efecto llamaba la atención y era aún más insólito cuando se veían instaladas en casitas más humildes, o incluso cuatro parabólicas en una misma terraza.

Por si no podéis vivir con la intriga, la parada en Konya fue para ir al Mausoleo de Nevlana, que tiene cosas interesantes como son libros antiguos bien conservados y muy bonitos “de ver” y otras menos atrayentes, al menos para mí, como un pelo de Mahoma que parece ser que estaba dentro de aquel cofrecillo… aunque muchos fieles hacían cola para rezar ante él.

Después de esa parada, autobús hasta empacharnos. El paisaje árido y monótono, con campos y más campos espolvoreados con hileras de árboles tras los que se escondía algún pueblecillo. No esperaba encontrarme buenas carreteras, y así fue, pero si me sorprendió el hecho de ver un gran número de gasolineras, tantas como parabólicas... Esto es un punto importante a la hora de hacer el viaje por cuenta propia, pero no os dejéis engañarrrrr…. ¡Infinitamente mejor en avión!, claro que en este caso os perderéis escenas del tipo “cuatro en una moto.”

Llegamos por fin a Pamukkale (significa castillo de algodón), una ciudad balnearia romana y el lugar más simbólico de la región del Egeo. Poco nos dio tiempo a hacer ya que prácticamente despedimos a los últimos rayos de sol, aunque el baño en el balneario del hotel fue más que reconfortante. No puedo decir lo mismo del momento en que vimos un ejército de hormigas en el baño…


Al día siguiente atravesamos caminando, durante aproximadamente una hora, la calle principal de lo que fue la ciudad de Hiérapolis y continuamos por un paseo ajardinado bastante bien cuidado que conduce a la imagen que tenemos en nuestras retinas de Pammukale. Un magnífico espectáculo, casi cegador, que sorprende gratamente a los ojos de cualquiera. Yo diría que es casi un derroche de la naturaleza, que convierte la cal de las aguas termales en una sucesión de cascadas y piscinas naturales de color blanco.


Tenía muchas ganas de ver ese lugar, y verdaderamente me fascinó. Es tan, tan relajante que os recomendaría (además de ir en avión), dormir en el pueblecillo, madrugar y pasar allí el día completo, ocaso incluido… y después me lo contáis

A mí la idea me hubiera encantado porque el recinto es de lo más completo y allí se encuentra el templo de Apolo, el teatro romano, los antiguos baños reconvertidos en museo, un bar con amplia terraza y una piscinita muy apetecible, un balneario que me estaba llamando a gritos... Lo lamentable fue que apenas tuvimos tiempo de disfrutarlo porque nos esperaba otra jornada de autobusing hacía Éfeso. Esta es una foto que he rescatado de Internet de lo que debió ser en su día.


Hicimos también una breve parada en la casa de la Virgen María en el Monte de Panayir, y allí le dejé colgado del muro un pañuelo de papel de color lila con todos mis deseos… Llamadme cateta si queréis, pero ¿Y si se cumplen? Aunque con tantas peticiones que había, no sé cuando me tocará la vez...












Éfeso es un lugar muy interesante desde el punto de vista histórico y su conjunto artístico está estupendamente conservado. Tras un largo y sofocante paseo fuimos viendo la Puerta de Hércules, el Templo de Adriano, la Biblioteca de Celso y ya al final del recorrido un impresionante teatro romano desde donde contemplamos una admirable puesta de sol.


A orillas del mar Egeo nos esperaba Esmirna (Izmir), la tercera ciudad más grande del país, con su paseo marítimo y el ruido ensordecedor propio de toda metrópoli. En la actualidad es un próspero centro industrial con respecto a la seda así como antiguamente lo fue de las delicadas cerámicas que adornaban las mezquitas y palacios del país.

Ya queda menos para conocer Estambul…


Algo para admirar

Esta mañana he estado en el Museo Thyssen- Bornemisza. Probablemente éramos de las pocas personas que sólo íbamos a admirar las obras de Richard Esten, sin plantearnos pasear por la muestra de las últimas realizadas por Van Gogh, más que nada porque no había entradas a la venta…










En estas dos salas se pueden contemplar las obras más simbólicas del americano, que surgen a partir de fotografías realizadas por él mismo a lo que habría que añadir una buena dosis de técnica, porque es obvia su extraordinaria habilidad a la hora de jugar con reflejos y luces.

Es ante todo un pintor de ciudades y nos muestra perspectivas de Paris, Chicago, San Francisco o Barcelona, aunque parece que su musa es Nueva York, que dan lugar a escenas más o menos reconocibles para todos nosotros.

En sus cuadros plasma con absoluta maestría imágenes de rascacielos, escaparates, coches y autobuses, y gente en movimiento, en los que se pueden ver detalles tan asombrosos como son los arañazos y los desconchones en los asientos de un vagón de un tranvía, los edificios reflejados en la chapa de un coche, ese escaparate de cristal que a veces refleja y otras se convierte en transparente. No todo es urbano, también hay escenas con olas que parece que te van a empapar de un momento a otro…

Está claro que unos tienen buena pluma y otros buenos pinceles, como es el caso de Richard. Os recomiendo que os acerquéis, porque me ha encantado; pero, rapidito porque termina mañana...

08 septiembre 2007

Maravillas de Capadocia



















Nuestro primer encuentro con Capadocia tuvo lugar en el pueblo troglodita de Uçhisar, famoso por sus formaciones rocosas con viviendas e iglesias excavadas en la propia roca, donde el paso del tiempo y la erosión se han encargado de dibujar un paisaje casi mágico. Como somos muy cotillitas, pues entramos en una de ellas que tenía su terraza, un jardín cuidadísimo, su TV y todo. Una monada como podéis ver en la foto.

La tarde no dió para mucho más, y la verdad que después del madrugón, el viaje y el calor, caímos rendidas. La cena estupenda, eso sí.

Rescato estas líneas de mi cuaderno de viaje correspondientes al segundo día de viaje… "Apuesto que hay momentos de mi vida que permanecerán siempre en mi retina, e inevitablemente han vuelto a mi mente los recuerdos del viaje a Tailandia con Martín.

Fue sencillamente delicioso el madrugón que nos dimos para contemplar aquel amanecer en una playa de Phi Phi Don, y maravillosos también, los ratos de buceo... Repaso mental, que sigue suscitando en mí un apreciable efecto de relax y serenidad."


Estas mismas sensaciones son precisamente comparables a la impresión que me ha producido ver amanecer en Göreme y la emoción de la ascensión en globo, y a ese largo paseo.

Nos hemos levantado a las 4:30, pero será también un madrugón de los que recordaré como verdaderamente apetecibles. Cuando llegamos al campamento base, situado en las inmediaciones del pueblo de Göreme, la oscuridad estaba aún presente, aunque una preciosa luna llena nos anticipaba el perfil de las graciosas formas producto de la erosión. Mientras inflaban los globos aerostáticos, nosotr@s desayunábamos y tirábamos fotos sin parar. Empezaba a clarear y prácticamente había amanecido cuando nos subimos al globo, tarea no especialmente fácil, ya que la cesta tiene unos agujeritos a modo de escalones pero finalmente hay que saltar y es bastante alto. 

El piloto era un belga un tanto guasón, que ante mi preocupación por el posible vértigo ante lo que iba a ser mi primer viaje en globo, me aseguraba que para él también era su primera vez… Antes de despegar nos dio el curso rápido, e insistió en que debíamos respetar tres reglas importantes: no bajar del globo sin su permiso; colocarnos en la postura de aterrizaje en el momento que él nos diera la orden (consistía en agacharnos con las rodillas flexionadas y agarrarnos a unas asas que estaban en el interior de la cesta, y tod@s en sentido contrario a como él se encontraba; de la tercera no me acuerdo, pero suscitó tantas risas como la primera.


















Ver desde un globo aerostático, el pequeño pueblo de Göreme y las chimeneas de hadas que crecen por doquier, es un espectáculo fascinante. El paisaje que se contempla es asombroso, especialmente en esos segundos en que hemos visto aparecer el sol, así, de sopetón. Precioso. Y ver tantos globos de colores deambulado por el cielo es una imagen muy bonita para recordar. 
 
Ha sido sencillamente genial, y me hubiera quedado allí todo el día. Al aterrizar nos dieron una copa de champán y un diploma acreditativo, muy chulo, la verdad. Por supuesto, había un fotógrafo en la excursión. Nos llevaron a desayunar "apropiadamente" al hotel, y regresamos para ver la misma zona desde tierra firme. El Valle de Göreme es una atracción por si sólo. Su museo al aire libre es una mezcolanza entre lo que se le ha antojado a la naturaleza y un amasijo de arte, dado que hay unas 400 iglesias rupestres en forma de monolitos volcánicos que están decoradas con frescos del siglo X, en sorprendentemente buen estado de conservación. Lástima que unos siglos después, gente sin escrúpulos haya dejado también la huella de su paso en sus paredes... 

Estuvimos más tarde en la ciudad subterránea Özkonac, excavada por las comunidades cristianas para protegerse de los ataques de los árabes, que contaban con varios niveles habitables bajo tierra, cocinas comunales con sus despensas y todo, incluso un lagar para hacer vino, sistemas de desagüe y técnicas de ventilación, cementerios y mazmorras. Una verdadera obra de ingeniería que incluía hasta un sistema de defensa ante la posible llegada de enemigos.

Entre una y otra visita, obviamente, también hubo tiempo para pasar por fábricas de joyas y alfombras. En la joyería me enteré de la existencia de la Espuma de mar, atención fumadores, una piedra que absorbe la nicotina, con la que se fabrican las buenas pipas de fumar. Respecto a las alfombras, unas bonitas y otras de las que meten miedo a un susto, o al menos no son mi estilo, así que ni siquiera me hizo ilusión pisar la que costaba 8.000 euritos. Nos tomamos el té de manzana de rigor, rico, rico, rico, y a esperar que el resto del grupo se despegara de la pandilla de vendedores que arremetían si parar… Yo les dije que tenía asma y me fue bien. 

No obstante, he de decir que el sitio era curioso de ver, y la casa, con unos baños que ya los quisiera el aeropuerto…, con cajero automático, con un patio y un jardín impresionante, tanto como lo fue el inicio del discurso del dueño… “Yo, que estoy soltero, vivo sólo, no tengo niños pero tengo un perro, y una mujer que limpia mi casa una vez cada 10 días… En mi casa tengo varias alfombras desde hace años y bla, bla, bla”. Todo el mundo atónito, claro. Parece que lo que intentaba explicar era que tener perro o niños no estaba reñido con disfrutar de unas alfombras (de calidad), pero dicho así, especialmente las féminas no teníamos claro sus pretensiones…
















 
















Aprovechamos los últimos rayos de sol viendo los paisajes volcánicos de los valles de Avcilar y Güvercinlik, conocidos como “chimeneas de hadas”.

Un día largo y duro. El hotel aceptable y la cena más que buena. Y maravillosa Capadocia, tenéis que verlo, aunque yo personalmente, repetiría peeeero sin circuito organizado.

03 septiembre 2007

Impresiones de Turquía

Vaya por delante que ya sueño con volver, y es que me ha faltado tiempo para disfrutar a mi aire de los entornos visitados y llegar a ver otros sobre los que tan sólo he podido leer unas líneas en la guía.

Me hubiera encantado, por ejemplo, callejear por la parte asiática de Estambul y encontrar tiendas con productos originales, deambular por zonas no tan turísticas en Capadocia, pasar un día completo en Pamukkale, tener tiempo para probar mucha más variedad de comida turca, o experimentar los efectos de un baño turco. Y estirar aún más los minutos para disparar esas fotos curiosas que tanto me gustan, las que surgen observando a los lugareños...

Efectivamente, me he dejado mucho por ver y por comprar, o al menos con esa impresión he regresado, pero el Gran Bazar me aturdió sobre manera… Eso sí, para practicar “la cultura” del regateo tal vez me ayudaría saber algo de deportes para continuar la conversación con los turcos, y no sólo de fútbol, que Alonso también tiene seguidores por allí; y para conocer más del país, mejor pensar en coger vuelos internos, que se gana tiempo y salud. Salvo que los europeos les ayudemos a mejorar su Red de Transporte, claro.

Estambul justifica sobradamente el viaje a Turquía, pero el país es bastante más que esta ciudad de contrastes. Trataré de condensar mis anécdotas e imágenes y contar en días próximos lo que me ha parecido más interesante, cosas tales como el amanecer en Capadocia y un apasionante viaje en globo sobre el Valle de Göreme, el asombroso y relajante espectáculo que supone pasear por “El Castillo de Algodón” en Pamukkale, la riqueza cultural de Estambul…